viernes, 8 de mayo de 2015

ASCENSO Y CAIDA DEL HERMETISMO EN EL RENACIMIENTO. DE FICINO A CASAUBON. LA GRAN CADENA DEL SER

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El hombre-dios

En el año 1460, unos años después de la caída de Constantinopla, llegaron a manos de Cosme de Médicis unos manuscritos escritos en griego procedentes de Macedonia, atribuidos a Hermes Trimegisto. El de Medicis quedó tan impresionado por la profundidad de los temas tratados en ellos que pidió a Marsilio Ficino, su sabio de cámara, que dejara aparcada la traducción de Platón para dedicarse de lleno a estos textos. 

Ficino creyó entonces que tenía ante él escritos muy antiguos. Tanto, que creía que Hermes había sido, según deducía de las afirmaciones de Lactancio y otros padres de la iglesia, contemporáneo de Moisés; y que había recibido, igual que éste, revelaciones directas de Dios. De acuerdo con esto, estableció una línea de conocimiento oculto que iba desde Hermes a Platón, pasando por Orfeo y Pitágoras. 

Ficino y otros neoplatónicos florentinos vieron en los escritos de Hermes los textos precursores de las doctrinas cristianas, pero además, vieron en ellos un atajo que conducía al descubrimiento de los más profundos misterios de la especie humana.


La parte principal de estos misterios tenía que ver con la pertenencia del alma humana a un mundo superior al que ésta podía volver a pesar de haber caído en un cuerpo material (un tema clásico de la mística órfica, que asumen Pitágoras y Platón). 
Pero los textos herméticos ofrecían también una alternativa a la creación tal como venía explicada en el Génesis. Presentaban un primer humano más poderoso y más próximo a la divinidad que el Adán de la biblia. 

Los textos de Hermes no fueron desde luego los únicos que contribuyeron al desarrollo de una nueva forma de pensar que distingue a los intelectuales del Renacimiento de los medievales. Pero si fue importante, y representa bien el interés por todo lo antiguo y la voluntad de colocar al hombre en una posición menos disminuida que la que tuvo en la Edad media, reduciendo las distancias entre el hombre y Dios



La Gran cadena del Ser


Ficino se surte básicamente de Platón, los neoplatónicos y textos muy conectados con ellos como los himnos órficos, a los que se añadieron los textos de Hermes, el corpus hemeticum.


El discípulo aventajado de Ficino, Pico della Mirandola, añadió a este conjunto conceptos procedentes de Aristóteles, de filósofos árabes y de la kábala judia. 


La base común es una visión esotérica del mundo, para iniciados: la Gran Cadena del Ser, en la que el hombre es un microcosmos en el que se refleja el gran cosmos. Hay también un deseo compartido de hallar el modo de hacer subir el alma hasta su unión con la divinidad. Todo ello, al menos en el caso de Ficino y Pico, permaneciendo como devotos cristianos.


El hombre es como un pequeño mundo, dice Pico, puesto que tiene cuerpo y espíritu, un alma vegetativa, los sentidos de los animales, razón, y una mente angélica, y es semejante a Dios.

(On the Dignity of Man; On Being and the One; Heptaplus).

Ortodoxia católica y gnosticismo


Pico manejaba un mito de la creación con importantes variantes con respecto a la literalidad del Génesis: el hombre es un criatura ni celeste ni terrestre. Está en su poder descender a lo más bajo y está también en su decisión volver a los órdenes superiores cuya vida es divina. 


Hay ahí una diferencia importante. Desde san Agustín, la salvación era una gracia concedida por Dios. Según esta otra versión, el hombre tiene capacidad por sí mismo para elevarse a los mundos superiores. 


Esta diferencia distingue a la ortodoxia católica a partir del siglo IV, del gnosticismo de los siglos II y III. 


Lo que convierte en esotérico al hermetismo es que el camino de ascenso hacia los mundos superiores requiere de ciertos conocimientos, de cierta iniciación. Sólo los iniciados tienen los conocimientos y no la masa de fieles. Podría decirse que la ortodoxia católica es proselitista, mientras que el gnosticismo y todos los movimientos que se derivan de él son elitistas. 


Esa heterodoxia no pasó desapercibida, y sólo el hecho de que Pico perteneciera a una familia noble y las relaciones que de ello se derivaban, le saco de las tribulaciones en las que se vio envuelto.


Casaubón


En la primera década del siglo XVII, Casaubon era quizás el erudito más prestigiado. Al menos. con respecto al conocimiento de los textos griegos. Por ello cuando expuso con detalle sus investigaciones sobre el Corpus Hemeticum, afirmando que los textos atribuidos a Hemes Trimegisto debían pertenecer a algún gnóstico del siglo III d.C., aquello contribuyó de un modo muy importante, prácticamente definitivo, al descrédito del hermetismo. 


En realidad, El  XVII ya es el siglo de Bacon y de Galileo, y también de Descartes, con una nueva cosmovisión, que será la de la modernidad, una modernidad más físico-matemática y menos mágica, ya algo distinto del Renacimient
o.

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Para Leer más sobre este tema:

György E. Szönyi: 

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El único modo de reeditar el hermetismo es devolverle la legitimidad perdida por el hecho de  perder el aval de la radical antigüedad del corpus hermeticum. Eso, después de Casaubon, sólo puede lograrse si el contenido, no los textos, fueran realmente antiguos. Esa vía fue la que emprendió el neoplatonismo de Cambridge, pero ya en un ámbito más reducido.

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Hermes Trimegisto resulta del sincretismo de dos antiguos dioses, el egipcio Thoth y el griego Hermes. Trimegisto, o “tres veces grande”, es epíteto de la fusión de ambas divinidades, convirtiéndose, “en su racionalización” cristiana, en un antiguo profeta que habría recibido una revelación divina en época anterior a los faraones. El profesor de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, Miguel Herrero de Jáuregui, relata en esta conferencia la historia de aquellos que heredaron y cultivaron las enseñanzas de la tradición hermética, de su recepción, y comenta su carácter fundamentalmente textual a través de los tres temas primordiales que abarca el Corpus hermético: Dios, el cosmos y el hombre.


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