viernes, 8 de agosto de 2014

¿SE PUEDE SUPERAR LA INFRADETERMINACIÓN DE LOS MODELOS CLIMÁTICOS MEDIANTE LA LÓGICA MODAL?

Los modelos climáticos desarrollan en forma de algoritmo, es decir, mediante procedimientos mecánicos constituidos por  un número finito de pasos,  teorías físicas que han sido sometidas a rigurosas revisiones entre colegas (peer review). La  utilización de estos modelos presenta, no obstante, bastantes complicaciones.

Los informes del IPCC derivan sus resultados y conclusiones a partir de más de veinte modelos climáticos distintos.  Están basados, no en único modelo, sino en un conjunto de modelos (multi-model ensemble).

GREGOR BETZ[1] publicó en agosto de 2009 un artículo[2] en el que aborda el problema de la infradeterminación en los modelos climáticos. Argumenta  que las soluciones que se proponen, aunque pueden ser útiles en la solución de algún otro problema científico, no son aplicables al caso de la climatología. 

No es posible, dice, realizar una justificación deductiva de los  modelos sólo a partir de las teorías bien asentadas disponibles, solución  inductivista. Ni tampoco suponer que una teoría es válida mientras no se muestre lo contrario con ejemplos o argumentos, solución falsacionista. Ni lo uno ni lo otro  resuelven, a su juicio, el problema de la infradeterminación de los modelos climáticos.

La deducción lógica de teorías científicas ha logrado grandes éxitos,  como la teoría de la relatividad, por ejemplo, pero aunque la climatología puede resultar conceptualmente más sencilla, la ciencia del clima lleva involucradas cientos de elecciones a cada paso, elecciones para las que no existen principios guía bien definidos.

El resultado es la convivencia de una pluralidad de modelos que no son consistentes entre sí, lo cual implica que los enunciados que resultan de ellos han de ser considerados como posiblemente ciertos, pero sin que pueda asignárseles un grado de probabilidad. Los resultados de un modelo no son más probables que los de otro, son igual de buenos o igual de malos.

¿Qué estrategias pueden seguirse para superar estas dificultades?

En principio, puede emplearse la lógica modal, es decir, la lógica que trata con lo probable y lo posible en vez de con los verdadero y falso. Esto nos da dos herramientas: el inductivismo modal y el falsacionismo modal.

GREGOR BETZ considera que el inductivismo modal y el falsacionismo modal son dos alternativas metodológicas más sofisticadas que el inductivismo o el falsacionismo clásicos, pero que tampoco resuelven, a su juicio, el problema de la infradeterminación de los modelos climáticos.

El inductivismo modal es la metodología con la que se han confeccionado los informes del IPCC.

Lo que BETZ dice es que el inductivismo modal contradice el principio de precaución.

El principio de precaución ha sido asumido por la Convención Marco de las Naciones Unidas (UNFCCC),  en el párrafo 1 del artículo 3, en los siguientes términos:

[…]Cuando existan amenazas de daños serios o irreversibles, la falta de certeza científica no debe utilizarse como motivo para posponer dichas medidas, puesto que las políticas para enfrentarse con el cambio climático han de valorarse en términos de beneficios globales a los menores costes posibles […].

De acuerdo con el inductivismo modal habría que tomar medidas sólo cuando exista suficiente certeza científica, mientras que  de acuerdo con el principio de precaución la falta de certeza científica no debe ser motivo para no tomarlas, luego el inductivismo modal  y el principio de precaución son contradictorios. Es más, de acuerdo con BETZ, el inductivismo modal es incompatible con cualquier enfoque normativo en el que a los tomadores de decisiones se les haya encomendado, como resultado de un referéndum, por ejemplo, seguir alguna norma.

El falsacionismo modal, que es la otra alternativa metodológica disponible, tiene la virtud, por el contrario, de que no es incompatible con ningún principio normativo. No sigue necesariamente el principio de precaución pero tampoco es contradictorio con él. El tratamiento de los grandes riesgos sigue en la agenda a menos que sea descartado sobre la base de sólidos argumentos científicos.

Ahora bien, el falsacionismo modal ha de ser utilizado adecuadamente, dice BETZ.

Lo que necesitamos saber para descartar una decisión es si un cierto resultado es incompatible con las teorías acreditadas, no si es posible que sea incompatible.

¿Significa esto que los modelos  matemáticos no tienen ninguna utilidad  para tomar decisiones sobre el cambio climático?

Aún en opinión de BETZ, los modelos tienen, en primer lugar,  una función heurística. Sirven de guía para generar los escenarios posibles. Cualquier escenario imaginable no es un escenario posible, sólo lo son aquellos que se asientan sobre la base científica que constituyen los modelos. En segundo lugar, pueden hacerse análisis centrados en modelos más consistentes, aunque estos sólo desarrollen aspectos cualitativos y conceptuales de los problemas, pero que se estén científicamente acreditados. Se trata con ello de fijar los órdenes de magnitud de algunos procesos básicos[4].

Un escenario que contradijera los grandes números obtenidos a partir de estos modelos, sería incompatible con las partes más básicas de nuestro conocimiento sobre el clima terrestre, y por lo tanto no debería considerarse.

El problema remanente es hasta qué punto estos modelos son suficientemente consistentes, y si nuestro conocimiento no es tan débil que ni siquiera sirve para falsar nuestras más vastas especulaciones.

El IPCC es, desde luego, más optimista que BETZ con respecto de los modelos climáticos que se están utilizando ¿Con qué argumentos?



[1] Universidad de  Stutgart
[2] Betz (2009): “Underdetemination, model ensambles and surprises: on the epistemology of scerario-analysis in climatology”
[3] 

[4] Por ejemplo, El diagrama del balance energético de la atmósfera terrestre  considera, por un lado,  las entradas provenientes de la radiación solar y la radiación que procede de la superficie terrestre; por otro lado,  las salidas hacia el espacio exterior y la absorción de la superficie terrestre. En este esquema se consideran los grandes números de las magnitudes implicadas, como por ejemplo la radiación solar que se cuantifica en 342 w/m2, o la radiación reflejada por las nubes que se cuantifica en 77 w/m2.


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